Generalmente el ardor aparece en la piel. Las afectaciones en la piel generalmente tienen como causas las separaciones o los contactos forzados, por lo que hay que ser conscientes de cuándo empezó el síntoma y qué estábamos haciendo o viviendo cuándo apareció. 

El ardor se relaciona a emociones que no han sido expresadas, pero que se quieren expresar o a emociones que se han estado viviendo de forma muy estresante. Por ejemplo, una mujer que se separó de sus hijos y siente que los ha dejado de proteger, puede sufrir de un ardor en las axilas, ya que estas son un símbolo de protección. Si la mujer vive la preocupación con mucho estrés, culpa, tristeza, etc, la emoción va a estar a flor de piel, “quemando”. 

Hay que tomar en cuenta que este ardor puede ser la presencia de un ciclo biológico memorizado: por ejemplo, un joven de veinte años empieza a sentir un ardor constante en la rodilla y no le detectan una causa. Platicando con él nos damos cuenta de que el ardor comenzó cuando empezó a hacer ejercicio en el parque y, al cuestionarlo, nos damos cuenta de que hace diez años, cuando corría en un bosque en unas vacaciones, se cayó de rodillas de forma muy dramática. El ciclo se cumple. Estas memorias también pueden ser por golpes, tocamientos o raspadas muy fuertes o que se vivieron de forma dramática, que suelen activar el síntoma al estar en situaciones parecidas a cuando se vivió aquello. 

Este ardor, tomando en cuenta las causas anteriores, puede venir desde el embarazo de la madre o de una memoria de los ancestros. Puede ser que en el embarazo nuestra madre sufrió una situación similar a lo que mencionamos o alguien que sea nuestro doble o yacente. Tomando esto en cuenta, es importante mencionar que la memoria de los ancestros también puede ser por alguien que murió quemado o sufrió de una quemadura, por lo que hay que investigar bien la historia de nuestros ancestros y de lo que vivió nuestra madre en el embarazo.